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08 noviembre 2012

RETROVOLUCIÓN




En mi correo electrónico recibí un mensaje del inquietante Aloysius citándome en una céntrica cafetería ourensana. Antes de que apenas tomase asiento, desplegó ante mis ojos la página de información científica de un diario nacional de gran tirada. Con un rotulador amarillo fosforescente había remarcado dos nombres: “Montana State University”y “Jack Horner”. Posó la punta de su índice derecho sobre el papel dirigiendo hacia mí su mirada inquisitoria: ¿será posible?

Hace tiempo comenté una noticia sobre el Sr. Horner, uno de los paleontólogos más famosos del mundo, cuyas innovadoras teorías sobre los dinosaurios inspiraron a Steven Spielberg su saga sobre “Parque Jurásico”. Paradojas científicas contemporáneas, mientras cada día se extingue en este planeta alguna especie animal o vegetal, el ser humano, con su insaciable hambre de saber, está empeñado en resucitar aquellas desaparecidas en la noche de los tiempos. 

Una sonada línea de investigación se inició tratando de devolver a la vida a los mamuts. Para ello emplearían técnicas de clonación y los embriones serían implantados en el útero de elefantas nodrizas. El dilema ético que plantea esta idea es revivir a unos animales que se extinguieron porque el hábitat que ocupaban también desapareció. Aunque el experimento tuviera éxito, quedaría limitado a una suerte de parque temático o un zoológico espurio. 

Precisamente, desde estas líneas, propusimos en su día el empleo de la clonación para evitar la extinción del lince ibérico, aprovechando los escasos ejemplares que todavía viven y que todavía podrían garantizar cierta y necesaria variabilidad genética.

Jack Horner, al frente de un equipo de investigadores a buen seguro financiados por alguna potente iniciativa privada, propone una idea a la par audaz que temeraria. A partir de un embrión de pollo, mediante ingeniería genética, haría retroceder el tiempo en su genoma hasta conseguir sacar el dinosaurio que toda ave guarda entre sus primitivos ancestros. Se marca un plazo de 5 años para conseguirlo. Pero el ilustre paleontólogo nos advierte que el nuevo ser no tendrá las plenas características de un dinosaurio, sino que compartirá las de aquellos extintos reptiles con las de nuestras humildes gallinas domésticas. En resumidas cuentas, se “creará” de manera artificial una nueva criatura a la que sus padres todavía no saben bien si bautizar como pollosaurio o dinopollo.

Sensu stricto, podríamos encontrarnos ante un cierto tipo de involución, una regresión genética propiamente dicha. Ante la imposibilidad actual de extraer ADN de los dinosaurios a partir de huesos fósiles o de insectos atrapados en ámbar (como en la popular película), los investigadores han decidido reactivar los genes atávicos procedentes de las aves actuales. Humildemente, proponemos para este proceso el nombre de retrovolución o evolución artificial inversa, y permaneceremos bien atentos a los avances producidos en esta excepcional vía. Mientras escribo esto, mi pequeña pomerania dormita sobre el sofá. Viéndola tan dulce, no me gustaría que Jack Horner hiciese brotar el fiero oso perro que permanece aletargado entre sus genes más arcaicos.

1 comentario:

aloysius dijo...

Brasil quiere clonar animales en vías de extinción...
http://www.panorama.com.ve/portal/app/vista/detalle_noticia.php?id=42886