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23 octubre 2015

BARRIO RICO, BARRIO POBRE



Estos días de conmemoración de “Regreso al futuro” (Robert Zemekis, 1985) acabo de recuperar unas informaciones del pasado. Que yo recuerde, nunca he estado en el madrileño barrio de Orcasur (Usera), que parece un lugar donde cada día resulta más difícil vivir. En línea recta se encuentra a unos 15 kilómetros del distrito de Salamanca. En el año 2007, la esperanza de vida de un vecino de Orcasur apenas rebasaba los 70 años, la misma que para los mejicanos o los salvadoreños, por ejemplo. Sin embargo, sus paisanos de los barrios más prósperos de Madrid solían soportar esta cotidiana existencia nuestra hasta los 80 años, como los suizos o los japoneses. Las viejas canciones nos dicen que 10 años apenas son nada. ¡Caramba si lo son! La cosa viene de antiguo. En 2004, un informe municipal ya alertaba que vivir en Usera, Villaverde o en el Puente de Vallecas era perjudicial para la salud. Sus índices de desarrollo humano, una combinación entre la esperanza de vida, la renta per cápita y el nivel de estudios, se situaba en límites inferiores a lo aceptable. Las vecinas de los distritos más deprimidos entonces padecían fundamentalmente artritis, varices y depresión. Las patologías masculinas más frecuentes eran la hipertensión y las enfermedades de la próstata.

En repetidas ocasiones le he escuchado decir a Aloysius que existen tres tipos de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Parece ser que se lo copió a Mark Twain. Pues bien, en abril de este mismo año, otro medio de comunicación publicaba que la esperanza de vida de los madrileños era la más alta de España, 84.2 años, con la tasa de mortalidad nacional más baja, apenas 583 fallecimientos por 100000 habitantes. Pongamos que hablo de Madrid, donde los prójimos desaparecen a causa de tumores y enfermedades del aparato vascular, como en el resto del país.

Prosigamos con algunos datos. Si le hacemos caso al más reciente  estudio de Indicadores Demográficos Básicos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la provincia de Ourense resulta la más longeva de Galicia. Nuestros paisanos alcanzan una media de 86 años y medio, superando a coruñeses, lugueses y pontevedreses. Y eso que ellos tienen mar. Y lo resaltamos porque la esperanza de vida de los ourensanos es exactamente la misma que la de los zamoranos y leoneses, provincias interiores vecinas con un entorno orográfico, un tejido social y unos parámetros económicos muy parecidos, en especial no tan boyantes. Parece ser que una alimentación más saludable y natural, donde muchos de los productos que consumimos todavía se cultivan con esmero en el entorno doméstico rural, junto con un ritmo de vida más sosegado, pudieran justificar nuestro éxito evolutivo. Y digo nuestro haciéndolo personal pues es mi deseo alcanzar tal senectud para no estropear en el futuro tan fabulosas estadísticas vitales.



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