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14 abril 2008

LO BUENO DE LO MALO


IMAGEN: "GERMS!!" de Germ (en Flickr)

De visita en el Trinity College de Dublín, me encontré al atardecer con una concurrida feria de libros usados, una de tantas de las que los alumnos realizan para recaudar fondos para algún viaje de estudios. Por dos euros adquirí “The Emperor´s New Mind”, del mítico Roger Penrose, un tocho de 600 páginas en la edición de Oxford University Press de 1989, que trata sobre computadores, la mente y las leyes de la Física; por ahí lo tengo aparcado, para leerlo cuando los estorninos regresen a Auriavella. Mucho más económico resultó “Man againts germs”, de A.L. Baron, apenas cincuenta céntimos de euro por una edición original de 1958, un personal viaje por el mundo de los gérmenes.

Sostiene el pasteurizado Aloysius que la Microbiología es una de las especialidades médicas más apasionantes. El otro día, un paciente con la nariz atrampada por un incipiente catarro primaveral, colérico despotricaba contra virus y bacterias. Le di la razón parcialmente, porque esas formas de vida son mucho más antiguas como habitantes en este planeta que nuestra presuntuosa especie humana. Tras recetarle paracetamol genérico, le conté esta historia protagonizada por el Bacillus cereus.

Este peculiar germen, capaz de reproducirse mediante esporas, está implicado como agente causal en determinadas intoxicaciones alimentarias, pues desde el suelo es capaz de infectar la leche, las cremas, los cereales y determinados postres, como por ejemplo los flanes. Su originalidad infectiva radica en su habilidad para fabricar toxinas específicas, una diarreica y la otra emética, causante de vómitos. Su período de incubación es relativamente corto, pues los primeros síntomas de la enfermedad aparecen entre 4 y 16 horas tras la ingesta del alimento por él contaminado.

Sin embargo, soluciones líquidas con concentraciones estandarizadas de Bacillus cereus, son empleadas por los técnicos para restaurar el daño producido en las piedras arquitectónicas. Y todo ello gracias a la facultad de esta bacteria para sintetizar carbonato cálcico, un reparador natural de las superficies minerales. Asiente circunspecto Aloysius porque él mismo, durante su última visita veraniega a su cofrade Quasimodo, observó cómo unos especialistas empleaban este método para recomponer las maravillosas construcciones pétreas de la Catedral de Nôtre-Dame, en París.

Esta historia no figura en el libro del Dr. Baron. Ni tampoco la del Dr. Brotzu, profesor de Bacteriología de la Universidad de Cagliari, que observó que las aguas de esa bahía se mantenían libres de bacterias patógenas, a pesar de los bañistas y de las aguas fecales allí vertidas. En 1948, aisló en las mismas el hongo Cephalosporium acremoniun, productor de un potente antibiótico de la familia que hoy en día conocemos como cefalosporinas.

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