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26 junio 2008

LOS DERECHOS DEL NIÑO


Eugène Carrière: "El niño enfermo"; oleo sobre lienzo (1885)

Cuando nos encontramos ante una realidad incomprensible por la magnitud de su aberración, al sentimiento de ira inicial le sigue generalmente una etapa de análisis e investigación. Queremos conocer las causas, el por qué, el origen del mal, para ponerle remedio, para prevenirlo, para evitar que tamaña abyección se vuelva a producir. Este proceso también ocurre cuando nos enfrentamos a una situación tan dolorosa y terrible como la pederastia. El 17 de abril de 2007, en esta misma bitácora celebraba el ecuánime Aloysius la detención del siniestro Álvaro I.G., alias “Kova” o “Nanysex” y de sus secuaces.





Poco más de un año después, se está celebrando el juicio de unos degenerados del que se esperan condenas ejemplares. Todo este proceso coincide con el descubrimiento de un póster que adorna las paredes de la sala de espera de una consulta de pediatría, en mi centro de salud. Se titula “Los Derechos del Niño” y es un decálogo.


El primero de la lista es el derecho de igualdad. Mientras en Suecia se destinan alrededor de 2500 euros anuales por cada menor de 15 años en concepto de prestaciones en servicios para sus familias, en España apenas se alcanzan los 200 euros de media.


El segundo es el derecho a la protección. Me pregunto, a lo largo de la historia, ¿cuántos menores han sido sacrificados como ofrenda a dioses inmisericordes, cuántos infanticidios se habrán cometido en aras de mejorar la especie, o cuántos niños habrán perecido víctima de inhumanos castigos?


El tercero, el derecho a la identidad y a la nacionalidad, por el que cada noche suspiran millones de niños refugiados desprovistos hasta de su propio nombre: Darfur (Sudán), Somalia, Colombia…


Llegamos al cuarto derecho, ese que hace referencia a la necesidad de una casa, de alimentos y de una adecuada atención sanitaria. Hete aquí el círculo vicioso, ese que parece irrompible, en el que la pobreza genera mala salud y ésta, a su vez, mantiene viva la miseria.


El quinto derecho, el de la educación y el de la atención al disminuido. Según datos de la propia UNESCO, el 80% de los 200 millones de niños en el mundo que sufren discapacidades vive en países en vías de desarrollo.


El sexto, el derecho al amor de los progenitores y de la sociedad. ¿Qué hacer cuando el maltratador, el peor enemigo es tu propio padre?


El séptimo es el derecho a la educación gratuita y a jugar. A principios del presente siglo, 164 gobiernos se comprometieron a incrementar las posibilidades de educación para los niños y los jóvenes, con el objetivo de alcanzar la educación para todos en el año 2015. ¿Se hará real esta utopía?


El octavo derecho hace referencia aquella máxima de salvación en los naufragios: los niños (y las mujeres) primero.


El penúltimo derecho, el noveno, es el de ser protegido contra el abandono y la explotación. Según UNICEF, en África central y occidental se estima que el 20% de los niños son explotados como mano de obra barata.


Finalmente, el décimo derecho es el de crecer en solidaridad, comprensión y justicia entre los pueblos. Justitia virtutum regina.

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